lunes, 19 de octubre de 2009

Diario de un periodista en paro. 19-X-09

Lunes, 19 de octubre de 2009

Hasta ayer trabajaba en un periódico. Era redactor de primer año en el diario ‘El Correo’ de Bilbao, una de las cabezas visibles del grupo Vocento. Aunque mis funcionares eran varias, se puede decir que básicamente era redactor de temas culturales y, por supuesto, editor de contenidos: los colaboradores, columnistas y especialistas enviaban sus textos y yo los encajaba. En esta humilde labor he pasado horas y horas de mi vida profesional de 11.30 de la mañana a dos, y de cuatro de la tarde hasta la hora de cierre. Otras veces, echaba una mano a secciones con poco personal.; sobre todo a Mundo.
Tengo que aclarar que no estoy en el paro por un despido sino porque mi contrato en prácticas de primer año concluía ayer y, legalmente, no había posibilidades de renovarlo. La alternativa de hacerme un contrato más amplio de redactor estaba descartada de antemano. Simplemente hay que asomarse a la realidad de los medios de comunicación para darse cuenta de que los tiempos no están como para que un joven Pulitzer empiece de recadero en un periódico y acabe dirigiéndolo. Amenazas de Eres, recortes de plantillas, caída en picado de la publicidad y cierres de cadenas locales de televisión es el pan nuestro de cada día en este oficio. Al menos, me digo, no tengo que alimentar a una familia, ni pagar una hipoteca. Mi situación no es tan angustiosa como la de otros compañeros.
Una de las primeras cosas que echa de menos el periodista en paro es la cascada de periódicos gratis por la mañana. Sigo fiel al que ha sido mi periódico mañana tras mañana (¿quién dijo que era la oración matutina de los ateos?) y además mi madre consigue que un chico de reparto le deje gratis ‘El Mundo’ o ‘El País’, con lo cual el primer mono después del tazón de cacao (no bebo café, soy hiperactivo) lo estoy superando. La segunda cosa que el periodista en paro echa de menos es no tener en la agenda ninguna entrevista, ninguna rueda de prensa, la sensación de que tiene que abotonarse la camisa en el ascensor y partir como alma que lleva el diablo al encuentro con la actualidad. Y esta es precisamente la tercera, y última, cosa fundamental que echa en falta el periodista en paro: cosas nuevas que le sorprendan, con las que sorprender y, sobre todo, contar. Creo que era Gabo el que dijo que la vida es lo que se cuenta y cómo se cuenta. La posibilidad de contarle la vida a los demás es una necesidad para el que es periodista y ya no puede ejercer su oficio. Uno acaba comentando con su madre las noticias, pero no es lo mismo. La erótica de los miles de lectores es difícilmente superable con una sola persona de público. Es un mitin al vacío.
Claro que queda Internet, y en eso estamos. El periodista auténtico (ya esté en paro o no) no puede dejar de comunicar noticias, de relacionarse con los demás, de ejercer de modesto correveidile e ir de un lado a otro con una historia, con su historia, ya sea acertada o no, profunda o no, buena o no. Da igual. Es suya. Pero, claro, ante la dura realidad, ante el vacío que se abre más allá de las páginas del diario, el periodista en paro se encoge un momento y cae en un vacío interior. “¿Qué haré ahora?”, gime. Y para eso hay una respuesta sencilla: lo primero de todo, calmarse, recurrir a esa energía que le ha hecho durante tiempo concentrarse en una ruidosa redacción para escribir en un par de horas sobre temas desconocidos antes y concentrarse en lo que es a un tiempo su salvación y su condena. El periódico.
Un periodista en paro no debería ser nunca un resentido, un cascarrabias de taberna cargando contra los jefes miserables y la empresa cicatera que le ha dado la espalda. Antes, como he hecho yo hoy, debe ponerse su mejor sonrisa, acudir a su querida redacción y dar a entender con gestos y hechos que ser periodista hoy en día es más una pasión que una certeza sensata, y que quiere seguir colaborando con su periódico a pesar de todo. Y demostrarlo. Mañana seguiré contando.

1 comentario:

Pablo de los Rios dijo...

Lo peor de ser un periodista en paro es el hueco que se forma al no tener que aprender cada nuevo día algo completamente diferente que el día anterior.