domingo, 15 de noviembre de 2009

-La tarde-


Noto en sus correos
que mi mejor amiga
ha dejado de quererme.
Me exige un silencio de costra
porque estos versos,
y otros atentados, dice,
desvelan su prodigiosa
vida a los vientos
y a las hadas más ridículas
del bosque.

Con infinita tristeza
le digo que lo siento.
Salgo al balcón, veo anochecer
en El Abra y noto el impulso
infantil y necesario de que
dos lágrimas rueden
con sus pariguales
hasta perderse en el horizonte.

¿Qué sentido tiene ya todo,
la tarde, el libro, el café,
los planes de conquista
si mi mejor amiga
ha dejado de quererme?
Lo dejaré todo.
Mandaré quemar estos papeles
y seré otro, sin corazón,
el que camine por las calles.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Y mientras tanto




Si tengo que confesar,
todo empezó en un sueño.
Y ahora estás aquí, tan real
como invisible, entre mi cabeza
y mis cosas mundanas,
desarbolando mis papeles
y mis certezas.
Y mientras tanto, disimulo,
respiro, salgo a la calle,
soy otro, torpe y distinto,
el que te vela los ojos,
el que desordena las flores,
el que te manda escritos.
Y mientras tanto, desalojo
al corazón de su sombrero
y barro la lluvia en tu nombre,
pero los que me ven así
no me conocen
y me preguntan
quién soy al atardecer,
por qué no estoy contigo
en la raíz del sueño.
No saben que soy un sí
luchando contra un cero,
que este que ven, danzando,
se siente muerto por dentro.
Y mientras tanto, sigo la pelota,
cuido la fruta, me duermo
al amanecer esperando
que todo empiece de nuevo.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Diario de un periodista en paro. 21-X-2009

Miércoles 21 de octubre

Es importante no perder la perspectiva. El periodista en paro debe seguir militando como el profesional que es cada día. Una de las opciones que le quedan al que ha sido todo informativamente y hoy transita del sofá a la cama y del parque a la biblioteca son las jornadas, charlas y encuentros periodísticos que se organizan. A nada que uno siga comprando (u hojeando en un bar aun a riesgo de ser linchado por los hooligans de la lectura gratuita) su periódico verá en la agenda multitud de citas sólo aptas para periodistas en paro. ¿Por qué? Porque el periodista en activo está encadenado como Prometeo a una roca. Es el precio por llevar cada día a los hombres el fuego: la esclavitud de la redacción. De suerte que el especialista en cine, no va al cine; el crítico de libros, no tiene tiempo para leer, y el cronista político se queda en su silla con una tijera y pegamento recortando teletipos.
Aplicando mi consejo, acudo hoy a unas jornadas promovidas por la Diputación Foral de Bizkaia tituladas “Mujeres del sur en los medios. Herramientas para una comunicación con perspectiva de género”. El título, lo sé, es un horror. Y además desde el punto de vista significativo, un galimatías propio de un trabalenguas. Porque, ¿de qué sur se habla? ¿Del sur de España? ¿Del sur de Madrid? ¿Del sur del Polo Norte? Un lío. Además lo de “perspectiva de género” no lo cazo. En cualquier caso sería perspectiva de sexo; y es que hasta el más redomado machista no atenta contra el género sino contra un sexo, otro sexo, a menudo personificado en la cara de su mujer cruzada a hostias. Pero aquí estamos entre corazones comprometidos.
Es curiosa la panoplia de estudiantes de ciencias de la información, anarquistas de manual, alternativos de ‘nudos’ y periodistas en paro, como yo, que se reúnen en jornadas como estas, que siempre tienen algo de catacumba romana, cuando aparece san Pedro y todos hablan como corderos lejos aún de las hogueras y los dogmas. Al que viene de la realidad prosaica de una redacción, con sus angustias, sus prisas y sus jefes, le resulta idealista y algo naïf el concepto de periodista al servicio de la humanidad, la verdad y la justicia internacional. No digo yo que el cinismo sirva para este oficio, no contradigamos al maestro polaco, pero el que es periodista en paro saber muy bien que el trabajo tiene muchas veces más de maratón de fondo, de hora de los tramposos, que de nobles cruzados de un ideal.
¿Cómo tratamos los periodistas a las mujeres del sur? He ahí el quid de las charlas. Una ponente opina que en los medios la mujer aparece retratada siempre de acuerdo a ciertos estereotipos de consumo: exótica, sexualmente dominante, sumisa, obediente… Otra, que el periodista reproduce con su manera de escribir, sin darse cuenta, los roles de la ideología dominante. En medio acusaciones a los ‘mass media’ (a la postre los únicos que ofrecen nómina) de ser vehículos comerciales para la explotación de la mujer y su imagen. Y es ahí cuando nos revelamos algunos. Porque seremos periodistas en paro, progresistas y sexualmente retrógrados, pero también hay en esos ‘mass media’ que tanto asco dan a los que nunca han podido trabajar en ellos personas que intentan luchar por los derechos de los demás con franqueza y toda la libertad que se pueden permitir. Y les recuerdo algunos nombres.
Las miradas que recibo me recuerdan más que nunca en todos estos días mi condición de expatriado de mi propio oficio y la soledad inherente que arrastra el que sigue siendo periodista y que, como dije el primer día, ya no puede ejercer su oficio.

martes, 20 de octubre de 2009

Diario de un periodista en paro. 20-X-2009

Tengo una pesadilla periodística. Sueño que tengo que escribir una apertura de 140 líneas y no tengo nada. Me despierto sin gritar (eso sólo pasa en las películas) y al momento toda la realidad vuelve a mi frente: soy un periodista en paro y tengo que ir al INEM. Mi primer encuentro con la temida e inútil oficina del paro. Me preparo y tomo el metro en dirección al bilbaíno barrio de Santutxu armado con la última novela de Richard Russo y mis papeles de la empresa metidos en un sobre de papel sepia.
Una oficina del INEM es siempre un sitio opaco que parece sacado de un encuentro etílico entre Larra y Orwell, con el mismo gusto estético que un arquitecto estalinista. Ahí no hay espacio para la imaginación. Sólo para sentarse y esperar. El primer problema viene derivado de la mucha o poca experiencia que el periodista en paro tenga con la institución. El INEM lleva décadas siendo el equivalente laboral al potro de tortura inquisitivo, y han afilado sus instrumentos. Para empezar, no hay que guardar cola, como se ve a menudo en el Telediario, sino entrar y enfrentarse a una compleja máquina cibernética que reparte números de turno en función de las necesidades. Si se demanda empleo pulse la A; si ofrece empleo pulse la B; si es para gestionar un curso, la C; si es para recibir asesoramiento laboral, la D; si para prestaciones, la E; y así. No hay ninguna tecla para periodistas en paro, así que pulso la E y me siento con mi novela en la segunda fila observando los carteles y los folletos que te animan a estar entero y no tomar las armas.
Al poco oigo a un guardia de seguridad, ya canoso, aconsejando a unas personas que la E es sólo para los que ya cobran del paro, y como no es el caso me revuelvo inquieto. La lotería numérica va cayendo y no quiero meter la pata y esperar más. Como es conditio sine qua non de todo periodista (ya esté en paro o patrocine un equipo de fútbol griego) ser curioso y hacer preguntas, me dirijo al guardia que me explica con paciencia de estoico que primero me tengo que sacar el carné del paro y luego gestionar mi prestación por desempleo. “¡Eureka!”, me digo. Me da otro número y vuelvo a mi sitio más tranquilo, pero sin poder concentrarme en la novela de Russo.
El INEM fue creado por ludópatas en paro. Esta es la verdad. Estar en él tiene algo de casino, de gran bingo de la vida. Uno acude allí, hace sus apuestas en los formularios y, si hay suerte, ¡premio!, se lleva un mes en una empresa de telefonía móvil o tres meses de vendedor en Ikea. Mientras tanto hay prestaciones como consolación para los más desesperados y, para los ruletenburgueses insaciables, todos los días la primitiva del curso. Mientras tanto echas tus números allí y los vas descontando del cartón: avanza la C, cuidado que los de la D no se presentan y van de cuatro en cuatro, etcétera… Se parece a esa tómbola que ponen en muchas ferias donde tienes que hacer que tu camello gane una carrera lanzando bolas por los agujeros.
Al final ha salido mi número y cuando me he sentado frente al funcionario (le contaba a su compañera que se iba este fin de semana a Las Landas), al mirar mis papeles me ha echado un vistazo de conmiseración y me ha explicado que tengo que volver a hacerlo todo en mi oficina más cercana, no en la que fui dado de alta por ‘El Correo’. Caracoles. Caigo en la cuenta: nunca trabajé en la sección de Economía. Lección importante: un periodista sin información de primera mano está siempre perdido. No lo olvidéis.

El túnel




Siento que te vas, por un túnel,
me dices adiós, te digo adiós,
la oscuridad te acecha y tú
¡la deseas tanto!
Corro al túnel, te arrojo
antorchas, teas
impregnadas de luz.
No las quieres.
No las quieres.
Te grito, le grito al túnel,
arriesgo mis brazos
en los jaros y trato
de asirte, pero siento
que mis brazos, que mi pulso,
que mi verbo, no los tomas,
no los sientes, no los oyes.
Y mientras, me quedo fuera
donde manda la lluvia
su reino de espera
a un tiempo sin cuarteles
que aguarda nada más tu nombre
en las esteras. Pero tú te vas
de mí por el túnel,
por el túnel
para siempre.

lunes, 19 de octubre de 2009

Diario de un periodista en paro. 19-X-09

Lunes, 19 de octubre de 2009

Hasta ayer trabajaba en un periódico. Era redactor de primer año en el diario ‘El Correo’ de Bilbao, una de las cabezas visibles del grupo Vocento. Aunque mis funcionares eran varias, se puede decir que básicamente era redactor de temas culturales y, por supuesto, editor de contenidos: los colaboradores, columnistas y especialistas enviaban sus textos y yo los encajaba. En esta humilde labor he pasado horas y horas de mi vida profesional de 11.30 de la mañana a dos, y de cuatro de la tarde hasta la hora de cierre. Otras veces, echaba una mano a secciones con poco personal.; sobre todo a Mundo.
Tengo que aclarar que no estoy en el paro por un despido sino porque mi contrato en prácticas de primer año concluía ayer y, legalmente, no había posibilidades de renovarlo. La alternativa de hacerme un contrato más amplio de redactor estaba descartada de antemano. Simplemente hay que asomarse a la realidad de los medios de comunicación para darse cuenta de que los tiempos no están como para que un joven Pulitzer empiece de recadero en un periódico y acabe dirigiéndolo. Amenazas de Eres, recortes de plantillas, caída en picado de la publicidad y cierres de cadenas locales de televisión es el pan nuestro de cada día en este oficio. Al menos, me digo, no tengo que alimentar a una familia, ni pagar una hipoteca. Mi situación no es tan angustiosa como la de otros compañeros.
Una de las primeras cosas que echa de menos el periodista en paro es la cascada de periódicos gratis por la mañana. Sigo fiel al que ha sido mi periódico mañana tras mañana (¿quién dijo que era la oración matutina de los ateos?) y además mi madre consigue que un chico de reparto le deje gratis ‘El Mundo’ o ‘El País’, con lo cual el primer mono después del tazón de cacao (no bebo café, soy hiperactivo) lo estoy superando. La segunda cosa que el periodista en paro echa de menos es no tener en la agenda ninguna entrevista, ninguna rueda de prensa, la sensación de que tiene que abotonarse la camisa en el ascensor y partir como alma que lleva el diablo al encuentro con la actualidad. Y esta es precisamente la tercera, y última, cosa fundamental que echa en falta el periodista en paro: cosas nuevas que le sorprendan, con las que sorprender y, sobre todo, contar. Creo que era Gabo el que dijo que la vida es lo que se cuenta y cómo se cuenta. La posibilidad de contarle la vida a los demás es una necesidad para el que es periodista y ya no puede ejercer su oficio. Uno acaba comentando con su madre las noticias, pero no es lo mismo. La erótica de los miles de lectores es difícilmente superable con una sola persona de público. Es un mitin al vacío.
Claro que queda Internet, y en eso estamos. El periodista auténtico (ya esté en paro o no) no puede dejar de comunicar noticias, de relacionarse con los demás, de ejercer de modesto correveidile e ir de un lado a otro con una historia, con su historia, ya sea acertada o no, profunda o no, buena o no. Da igual. Es suya. Pero, claro, ante la dura realidad, ante el vacío que se abre más allá de las páginas del diario, el periodista en paro se encoge un momento y cae en un vacío interior. “¿Qué haré ahora?”, gime. Y para eso hay una respuesta sencilla: lo primero de todo, calmarse, recurrir a esa energía que le ha hecho durante tiempo concentrarse en una ruidosa redacción para escribir en un par de horas sobre temas desconocidos antes y concentrarse en lo que es a un tiempo su salvación y su condena. El periódico.
Un periodista en paro no debería ser nunca un resentido, un cascarrabias de taberna cargando contra los jefes miserables y la empresa cicatera que le ha dado la espalda. Antes, como he hecho yo hoy, debe ponerse su mejor sonrisa, acudir a su querida redacción y dar a entender con gestos y hechos que ser periodista hoy en día es más una pasión que una certeza sensata, y que quiere seguir colaborando con su periódico a pesar de todo. Y demostrarlo. Mañana seguiré contando.

viernes, 16 de octubre de 2009

Oración

Señor,
te rezo aquí
para que no faltes en favorecer
raudo, como haces tan bien,
a los que te adoran y multiplican
en sus misas de valor,
y van detrás de ti donde tú frotas
tu cara y prometes tu presencia
argenta y maculada.

Señor,
no tengas en cuenta las quejas,
lloros y súplicas de los que viven
privados de tu faz
y apártalos de tu reino
por buscar nada más
paz, verdad, belleza...
cosas que no redituan,
no suman, no exaltan.

Perdónalos, Señor, porque no saben
lo que gastan, y viven en temor
de tu falta trabajando para verte
un día, escaso y fugaz, como eres
siempre con los que no te adoran
y no sirven a tus huestes:
la guerra, el hambre, la muerte...

Pero a ellos, Señor,
al que avaricia tu nombre,
al que enfiebra por tenerte,
al que ha convertido su corazón
en tu cobacha. A esos, Señor,
dales tu gloria y tu reino,
y multiplica sus bienes
sobre la tierra
para que todos
puedan conocerlos
bien desde lejos.